GABRIEL GONZALEZ PEREYRA, MISIONERO DOMINICO



Gabriel González Pereyra: El ultimo Misionero Dominico en Baja California Sur. de origen español, nació en 1798 en Villa Hermosillo, provincia de Ávila, España, sus padres fueron Simón González y Juana Pereyra. 

El misionero dominico vino a la península en 1825 y murió en Todos Santos el 2 de Junio de 1868, fue inhumado en el altar de la misión. Egresado del Seminario Conciliar de Madrid en 1824. Sacerdote Dominico, ganadero, guerrillero y comerciante.

Párroco de las misiones de San Antonio 1827-35, San José del Cabo 1884-46, de Todos Santos 1835-42, 1850-53 y La Paz 1849-50, 1853-60. Tomó de nuevo la titularidad de la Misión de Todos Santos de 1861 al 64.

Encabezó los movimientos de defensa contra la intervención norteamericana en 1847-48, participó en las batallas contra el Gral. Carbó en Pichilingue en 1860 al lado del Gral. Márquez de León al que después combatió con un batallón formado de fanáticos religiosos.

Se unió en matrimonio con una nativa de sangre pericú, Dionisia Villalobos Albáñez, sin abandonar el sacerdocio y procreó una numerosa familia. Sus retoños fueron Salvador, Gregorio, Atanasio,(Mi Bisabuelo casado con Amparo Ceseña Ferrer), Jesús, Pedro, Gabriel, Guadalupe (mujer) Dolores, Joaquín y Tomasa; al principio puso a sus hijos el apellido de la madre (Villalobos) y luego los denominó VILLARINO. Murió en Todos Santos el 2 de Junio de 1868, fue inhumado en el altar de la misión.

C.M. Mayo, escritora, poeta, traductora, autora de la novela Miraculous Air,

Milkweed, Canadá, 2007. C.M. Mayo nació en El Paso, Texas, en 1961. Estudió licenciatura y maestría en Economía en la Universidad de Chicago. C. M. Mayo es autora de la novela The Last Prince of the Mexican Empire (2009).

En su libro "Como gente que apareciera en sueño: viajes en Baja California" menciona: El sacerdote Gabriel González, aunque miraba hacia arriba, su expresión no tenía nada de inocente o espiritual. En una tarjeta entremetida en la esquina inferior del marco, el profesor Agúndez escribió:

Padre Gabriel González, fue un destacado defensor de las causas buenas que beneficiaron al pueblo. Un joven sacerdote de rostro pálido y ojos tan profundamente ensombrecidos que parecían delineados con kohl. (el kohl es un cosmético a base de hollín y otros ingredientes, usado principalmente por las mujeres de Oriente Medio, Norte de África, África subsahariana y Sur de Asia, y en menor medida por los hombres, para oscurecer los párpados y como máscara de ojos) Para 1843, el padre González se había instituido como caudillo de Baja California. Era, como lo indica el historiador Enrique Krauze en el título de su libro, el siglo de los caudillos.
El periodista y oficial del ejército norteamericano de ocupación en La Paz, Baja California Sur E. Gould Buffum (1820-1867) 

E. Gould Buffum conoció al padre González, De quien dijo:  Un viejo sacerdote llamado Gabriel quien, cuando estuve allá, era Padre Presidente de Baja California, en abierta violación de sus votos de castidad, vivía en relación familiar, y había sido el medio para traer al mundo no menos de once niños. 

Uno de éstos llevaba su nombre, siempre viajaba con él, y estudiaba para ser sacerdote....

El padre Gabriel era un jugador empedernido, y a menudo se divertía en sus salidas parroquiales jugando monte con cualquiera de sus feligreses que se atrevían a apostar en su contra, aunque le resultaba difícil hacer un juego, porque, como decían, “el padre sabe mucho”.......

Él era uno de los espíritus principales en la revolución que ocurrió después, y no dudo que vino a La Paz, en el tiempo del que he hablado, para conocer nuestras fuerzas y probabilidades.

Refiere de Gabriel González Pereyra:
"Audaz, astuto e inteligente", escribió el subteniente norteamericano Henry Halleck sobre el padre Gabriel González, nacido en España y director de la última misión dominica en Baja California. Y, agregó, "carente por igual de principios y de honor".

"Nunca ha habido gente más amable y hospitalaria", informó el teniente voluntario neoyorquino E. Gould Buffum en sus memorias. "Sus casas con techo de paja siempre están abiertas a los visitantes, y a cualquiera que quiera entrar le ofrecen un vaso de vino y un puro enrollado en papel."

Se permitía a los oficiales rentar cuartos en el pueblo; Buffum encontró uno en la casa de un comerciante portugués donde vivió los siguientes meses "al estilo de la abundancia occidental", durmiendo en una hamaca cubierta con "un pabellón de seda", atiborrándose de bisteces de tortuga, mejillones y almejas, "higos maduros y frescos", racimos de uvas y pitahayas, "la fruta más deliciosa que he comido". 

Junto con los otros oficiales norteamericanos, Buffum hacía "pequeñas excursiones a la amplia y plácida bahía" y tomaba clases de español con "una hermosa criatura". "Nuestros deberes militares eran tan triviales que nunca interfirieron con este agradable modo de vivir, particularmente debido a que nuestro comandante no era muy estricto con su cumplimiento, y la diana rara vez perturbaba mi dormitar matutino."

A la mitad de este idilio, el padre González llegó de Todos Santos. Como presidente de las misiones, conservaba una casa en La Paz, a la que invitaba a los oficiales norteamericanos, entre ellos el teniente Buffum:

Poco después de entrar, cuando ya había sacado una botella de buen vino, discretamente sacó de un bolsillo de la sotana una baraja de monte y nos preguntó si nos parecía echarnos una partidita. Por cortesía, le dijimos que estábamos de acuerdo, y el padre comenzó a repartir y nosotros a apostar.

Ya cuando nos estábamos divirtiendo, más o menos media hora después, durante la cual el padre nos había ganado unos cuantos dólares, la campana de la iglesia sonó. El padre bajó sus cartas y dijo con perfecta indiferencia: "Dispensadme, señores, tengo que bautizar a un niño." Nos invitó a pasar a la iglesia con él y, cuando llegamos, encontramos a una mujer con un niño que esperaba ansiosa en la entrada. Sin embargo, cuando el padre estaba listo para comenzar las operaciones, se descubrió que no había nadie presente que fungiera como compadre. Gabriel me invitó a desempeñar este papel. Le dije que no era católico. "No le hace", fue su respuesta, así que yo me paré junto a la pila bautismal mientras el padre rociaba al muchacho y musitaba algo en latín, tras lo cual, dirigiéndose a mis compañeros y a mí, nos dijo: "Ahora, señores, vamos a jugar otra vez." Y así, regresamos a la casa y reiniciamos el juego.

Acota: Él era uno de los espíritus principales en la revolución que ocurrió después, y no dudo que vino a La Paz, en el tiempo del que he hablado, para conocer nuestras fuerzas y probabilidades. “Six months in the gold mines: from a journal of three years’ residence in Upper and Lower California. 1847-8-9”. E. Gould Buffum. Philadelphia, 1850
El general Henry Halleck 
Henry Halleck 

LA GUERRA ENTRE MÉXICO Y EN BAJA CALIFORNIA. EL MEMORANDO DE CAPITÁN HENRY W. HALLECK EN CUANTO A SUS EXPEDICIONES EN BAJA CALIFORNIA, 1846-1848
General de división Henry Halleck
Este volumen ofrece una visión de otro capítulo de su carrera a principios de Halleck, su experiencia militar como un joven capitán de Baja California durante la guerra mexicana. Que había sido la intención original de Halleck al autor una cuenta de fullscale el de sus experiencias durante la guerra, pero el trabajo de alguna manera nunca se materializó. En cambio, sólo tenemos un largo extracto de su diario de campo que abarca el período comprendido entre octubre 1847 hasta abril 1848. Concretar el trabajo, sin embargo, son una serie de bonos históricos del editor ha optado por ofrecer a sus lectores.

También se incluye en el volumen de una gran variedad de otros artículos históricos, entre ellos listados breve biografía del Ejército de los EE.UU. y el personal de la Marina que participan en las distintas campañas y destacados de Baja California. Finalmente, ocho apéndices documentales son suministrados. Cada uno consta de un informe oficial estadounidense oficiales militares o navales, por lo general trata de batallas específicas. Incluso una breve exposición de México de la batalla de Mulegé, preparado por Manuel Pineda, está emparejado con una versión estadounidense del mismo encuentro.

2 de octubre de 1847: La Batalla de Mulegé, Después de apoderarse de la Alta California, los estadounidenses se dirigieron con algunos barcos hacia la parte sur de México apoderándose ya en marzo de los pueblos de San José del Cabo, San Lucas y Mulegé, a pesar de ello, en Mulegé, los 60 invasores que asaltaron el poblado y que además fueron apoyados por la fuerza artillera de la corbeta U.S. Dale y una lancha de guerra, fueron batidos por los soldados que comandaba el Capitán Manuel Pineda, que sustituía al Coronel Francisco Palacios Miranda. El teniente Tunis A. M. Craven, del Ejército estadounidense exigió al Capitán Pineda la rendición de la plaza, a lo cual el Capitán Pineda contestó: “Impuesto de las instrucciones que Usted puso al juez de este pueblo, debo decirle que esta plaza está sostenida por fuerzas mexicanas que tengo el honor de mandar, y que jamás será neutral, ni verá con indiferencia la guerra injusta de los Estados Unidos a la República Mexicana, a que pertenezco y a la que tengo el orgullo de representar. Si el ex jefe político Francisco Palacios Miranda por su cobardía se mostró neutral....esta comandancia será todo lo contrario”

Sin embargo, los pasajes Halleck siguen siendo la pieza central del libro de Nunis. En verdad, no son exactamente fascinante. Halleck demuestra decididamente mordaz en su estimación de la oposición mexicana, refiriéndose a Pineda de los hombres como "ladrón-soldados" y la "banda peor de los canallas" cada vez que se aprovechan de un pueblo indefenso. 

Pineda mismo es denunciado como haber huido de Mazatlán para evitar que los acreedores y de haber vivido "una vida disipada y sin ley." En su mayor parte, sin embargo, las memorias de Halleck es principalmente una crónica de viaje con la descripción considerable de la geografía y caminatas a través de terreno difícil y acción de combate relativamente poco.
Todos Santos a principios siglo 20
Henry Halleck, menciona: El padre González procreó once hijos. Vivía con su familia al sur de Todos Santos en su rancho, el más próspero de la costa de la península que da al Pacífico. Producía azúcar, tabaco, ron y maíz, y tenía grandes manadas de reses, caballos y mulas. Su rancho se encontraba dentro del terreno de la misión, aunque los indios —razón de ser del sistema misional— casi habían desaparecido. 

Durante todo ese tiempo, el padre González le pasaba información a las fuerzas mexicanas que habían llegado a la península por el norte. Al mes siguiente, un contingente de infantes de marina montados tomó posesión de las instalaciones de su misión en Todos Santos. Pronto apareció el propio sacerdote, tan amigable como siempre, de acuerdo con el informe del teniente Henry Halleck:

…Y nos aseguró que verdaderamente lamentaba el desorden que había ocurrido,
y que utilizaría toda su influencia para ponerle un alto… Toda la gente respetable del país opinaba lo mismo que él respecto a este asunto, consciente de que era mucho mejor esperar tranquilamente las negociaciones de Estados Unidos y México respecto a su destino, ya que algunos estaban en favor de seguir siendo una colonia de México, mientras que otros preferían ser anexados
a Estados Unidos, aunque todos estaban totalmente convencidos de que nada de lo que hicieran influiría un ápice en el resultado de esas negociaciones, e iniciar ahora una revolución en el país sólo llevaría a la ruina y al desastre.
Teniente Jose Antonio Mijares
No obstante, el padre González ya había avisado de la llegada de los yanquis a la Guerrilla Guadalupana. Al día siguiente, desafiando las órdenes de Halleck, vendió ron a varios de los infantes de marina. Cuando estuvieron listos para partir, media docena de ellos estaban tan borrachos que apenas podían sostenerse sobre su caballo. Uno de los hijos del padre González les había robado la piedra de sus pistolas. "Al principio lo negó rotundamente", informó Halleck con incredulidad, "pero las piedras fueron halladas en su bolsillo". 

Una semana después, los mexicanos atacaron La Paz y, la semana siguiente, San José del Cabo. Sufrieron muchas bajas, entre ellas el teniente José Antonio Mijares, quién recibió un tiro en San José del Cabo. 

Hicieron un segundo intento por tomar La Paz pero, debido a la escasez de municiones, la Guerrilla Guadalupana se vio obligada a retirarse a la sierra. 

Poco después llegaron voluntarios adicionales de Nueva York para acabar con el último vestigio de resistencia en la región de Los Cabos. El padre González fue hecho prisionero en la última, breve batalla de Todos Santos. (Norteamericanos: un hombre y un caballo con heridas leves; mexicanos: ocho heridos, diez muertos.) El teniente Halleck posteriormente entregó al padre González —quien se había puesto, en palabras del comandante del buque, "una borrachera regia"— a las autoridades americanas en Mazatlán.

Tal vez el padre González no fue sincero cuando le dijo a Halleck que "nada de lo que hicieran tendría la más mínima influencia en el resultado de las negociaciones". Pero tenía razón. Lo que ninguno de los dos sabía era que el Tratado de Guadalupe Hidalgo ya se había firmado, aunque aún faltaba ratificarlo.

En el tratado, Santa Anna confirmaba el derecho de Estados Unidos a Texas (anexada en 1845) y cedía los extensos territorios de Nuevo México y la Alta California —actualmente los estados de California, Nevada, Utah, Colorado, Wyoming y partes de Arizona y Nuevo México. A cambio, el ejército norteamericano se retiraría del territorio ocupado —en esencia, todo México— y el gobierno de Estados Unidos se encargaría de las reclamaciones y haría pagos en efectivo equivalentes a 18 millones de dólares aproximadamente.

¿Qué sucedió con Baja California? Menos de dos meses antes de que se firmara el tratado, el presidente Polk había prometido al Congreso que las Californias —Alta y Baja— "nunca serían entregadas". Eso mismo había dicho a los comandantes del ejército y la armada de Estados Unidos. Cuando izaron su bandera en San José del Cabo, Cabo San Lucas, La Paz y Todos Santos, nunca esperaron tener que bajarla.

Henry Halleck murió en su puesto en Louisville. Está enterrado en Green-Wood Cemetery , Brooklyn, Nueva York , y es recordado por una calle que lleva su nombre en San Francisco y una estatua en el parque Golden Gate . 

No dejó memorias para la posteridad y al parecer destruyó su correspondencia privada y los memorandos. Sus bienes a su muerte mostró un valor neto de $ 474,773.16 ($ 8,675,160.68 dólares en 2010). Su viuda, Isabel, se casó con el coronel George Washington Cullum en 1875. Cullum había servido como jefe de personal de Halleck en el teatro occidental y luego a su personal en Washington.

Con respecto al padre González, regresó a Todos Santos. Las misiones, al fin, fueron secularizadas. Conservó su rancho San Jacinto, pues lo había puesto a nombre de su familia. Murió en 1868, dos décadas después de que los buques de guerra norteamericanos levaran anclas.

Pablo L. Martínez 
Menciona que el sacerdote Gabriel González Participó en las batallas contra el General del Ejercito Porfirista José Guillermo Carbó, en Pichilingue en 1860 al lado del General Márquez de León al que después combatió con un batallón formado de fanáticos religiosos. 

Se unió en matrimonio con una nativa sin abandonar el sacerdocio y procreó una numerosa familia, en una hacienda ganadera y agrícola, que le llamo SAN JACINTO; y a su prole, impuso el apellido Villarino a sus retoños: . Salvador, Gregorio, Atanasio (Mi Bisabuelo casado con Amparo Ceseña Ferrer), Jesus, Pedro, Gabriel, Guadalupe, Dolores, Joaquín, y Tomasa.

El padre Gabriel González tiene su lugar importante en la historia regional, pues durante la guerra con Estados Unidos en 1847, desarrolló acciones de mucho efecto, que junto con otros Sudcalifornianos patriotas, evitó que la península pasara a dominio de una potencia extranjera. Murió en Todos Santos el 2 de Junio de 1868, fue inhumado en el altar de la misión.
Don Villarino